En Malí, viviendo al ritmo de los cortes de luz
Casi todas las noches, es el mismo ritual. Mamadou Haïdara y su mujer pasan largas horas charlando en su salón sumido en la oscuridad de Bamako, la capital sujeta como todas las ciudades de Malí a incesantes cortes de luz. Sin ventilador para refrescarse, sin batería para los móviles… Las tardes sofocantes se suceden y hay que improvisar soluciones.
“Compré muchos ventiladores. Los comparto con algunos niños y con nuestros limpiadores”, explica Mamadou Haïdara, ejecutivo del sector privado, agitando suavemente su nueva adquisición. Para acortar el calvario en la bonita casa del distrito de Baco Djicoroni, los Haïdara se acuestan temprano, pero a los niños les cuesta conciliar el sueño.
Los cortes duran al menos dos horas en este céntrico distrito y en ocasiones toda la noche. La familia Haïdara forma parte del 50% de los malienses que tienen acceso a la electricidad, de una población de 21,9 millones, según cifras del Banco Mundial. Las infraestructuras luchan por seguir el ritmo del aumento de la población, que crece un 3% anual, en uno de los países más pobres del mundo y en el que gran parte del territorio está plagado de yihadismo e inseguridad.
“Energía maligna”
Tanto en casa como en el trabajo, las horas parecen largas cuando la temperatura supera los 40 grados durante la temporada de calor. “Pasamos todo el día juntos sin hacer nada, solo charlando. Es una situación desalentadora. Por lo tanto, estamos obligados a permanecer de brazos cruzados”. falta de electricidad, lamenta Ibrahim Konaté, jefe de soldadura en un taller metalúrgico de Bamako. “Es doloroso para un trabajador que se va de casa y encuentra una pérdida de carga en el trabajo. Es como si viniéramos y volviéramos con las manos vacías”.se enfada
Estos recortes pesan sobre la economía. “En este período de mucho calor, la gente necesita productos frescos. Cuando los productos no son frescos, los clientes se niegan a comprarlos. Nosotros somos los que sufrimos las consecuencias”.subraya Issa Dicko, gerente de una tienda de abarrotes. “La gente no tiene los mismos temperamentos. Algunos clientes se enfadan”lamenta Oumar Yattare, cajera en un restaurante de la capital.
En las regiones de Ségou, Sikasso o Mopti, los habitantes de varias localidades lo han hecho en los últimos meses. En Gao, en el norte del país, los cortes de luz duraron varios días seguidos. Los pueblos de las zonas rurales suelen depender de generadores o empresas locales, pero en las ciudades la empresa nacional cristaliza la culpa.
La empresa Energie du Mali (EDM), apodada “Energía maligna” por parte de algunos usuarios, no logra satisfacer la demanda de energía eléctrica que crece en promedio un 10% anual según el Ministerio de Energía. La culpa, en particular, de las centrales térmicas antediluvianas que consumen combustibles fósiles.
Una deuda colosal
Un informe de la Secretaría de Energía en 2019 apunta “un coste de producción muy elevado debido a la producción térmica, que actualmente provoca un déficit de casi 50 francos CFA [0,075 euro] sobre el precio medio de venta por kWh”.
Al vender su electricidad con pérdidas, la empresa acumula una deuda colosal. El 28 de marzo, el Banco de Desarrollo de África Occidental (BOAD) implementó un programa de liquidación por valor de 45.000 millones de francos CFA (unos 68 millones de euros).
Se trata“garantizar la continuidad del suministro de electricidad a las poblaciones malienses y apoyar el desarrollo económico y social del país”, según BOAD. En última instancia, las autoridades esperan aprovechar el potencial energético de Malí, cuyos recursos hidroeléctricos y fotovoltaicos están en gran medida sin explotar.
Usuarios como Mamadou Haïdara fuman sus problemas con paciencia: “Hacemos publicidad, nos muestran caravanas de generadores, nos dicen que tal planta está en proceso de terminación… Seguimos esperando. »