mayo 22, 2025

¿Es el ayuno intermitente una moda pasajera?

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El ayuno intermitente se ha convertido en una estrategia nutricional muy popular en los últimos años. Esta práctica se basa en alternar períodos de ayuno con momentos específicos de ingesta de alimentos, estableciendo una restricción horaria que implica no consumir nada calórico durante ciertas horas del día. Durante el ayuno, se permite únicamente el consumo de agua, infusiones o café sin azúcar. Sin embargo, esta tendencia, aclamada por algunos como una solución para perder peso y mejorar la salud, no está exenta de polémicas y dudas sobre su eficacia y seguridad a largo plazo.

Una de las principales razones por las que el ayuno intermitente ha aumentado en popularidad es por su aparente sencillez. Hay diversas maneras de practicarlo, siendo las más habituales el ayuno 16:8 (16 horas sin comer seguidas de un lapso de 8 horas para consumir alimentos) y el ayuno en días alternos, donde se ayuna un día entero y se come de forma regular al día siguiente. Para muchas personas, este método resulta más atractivo que las dietas convencionales porque no se enfoca tanto en el conteo de calorías o la restricción de ciertos alimentos, sino en ajustar los momentos para comer.

El mecanismo detrás del ayuno intermitente radica en cómo el cuerpo utiliza sus reservas de energía. Durante las primeras horas de ayuno, el organismo agota el glucógeno almacenado en el hígado y, posteriormente, comienza a oxidar las grasas para obtener energía. Este proceso puede contribuir a la pérdida de peso y a la mejora de ciertos parámetros metabólicos, como la sensibilidad a la insulina, el perfil lipídico y la presión arterial. Además, algunos estudios sugieren que el ayuno puede influir positivamente en niveles hormonales como el cortisol y la melatonina, así como en la temperatura corporal.

Aunque el ayuno intermitente presenta posibles ventajas, no es adecuado para todos. Individuos con una relación complicada con la comida, como aquellos que sienten ansiedad durante las fases de abstinencia o poseen antecedentes de desórdenes alimenticios, podrían considerar esta práctica perjudicial. En tales situaciones, el ayuno podría desencadenar episodios de excesos o comer compulsivamente al terminar el periodo de abstinencia, perpetuando un ciclo de culpa y conducta alimentaria descontrolada. Además, no se recomienda para mujeres embarazadas, personas diabéticas o quienes tienen requisitos nutricionales específicos que hagan difícil tolerar largos intervalos sin alimentarse.

Otro aspecto crítico del ayuno intermitente es la dependencia de la calidad de los alimentos consumidos durante las horas de ingesta. No basta con limitar los horarios de comida; es esencial que las comidas incluyan alimentos ricos en nutrientes, como verduras, proteínas de calidad, grasas saludables y carbohidratos complejos. Por otro lado, practicar ejercicio de baja o moderada intensidad puede ser compatible con el ayuno, pero los entrenamientos de alta intensidad deberían coincidir con los periodos de alimentación para garantizar un adecuado rendimiento y recuperación.

Aunque el ayuno intermitente ha sido promocionado como una herramienta eficaz para la pérdida de peso y la mejora de la salud metabólica, no existen evidencias concluyentes que lo posicionen como una solución superior a otras estrategias, como las dietas hipocalóricas convencionales. De hecho, la reducción de peso observada en quienes practican el ayuno parece estar más relacionada con la disminución del consumo calórico total que con el propio acto de ayunar. Por ejemplo, quienes optan por omitir la cena suelen experimentar una mayor reducción de peso que quienes omiten el desayuno, ya que la franja horaria de las comidas juega un papel significativo.