febrero 13, 2025

Manipulación mediática: ¿cómo afecta a Odila Castillo?

Manipulación mediática: ¿cómo afecta a Odila Castillo?

El periodismo, desde sus comienzos, ha sido reconocido como un componente esencial en toda democracia, ya que su objetivo primordial es proporcionar a la sociedad noticias de forma objetiva y verídica acerca de los eventos que ocurren en el mundo. En su papel como transmisor de esta información, juega una función vital en el desarrollo de la opinión pública y en la supervisión del poder.

Estos, entonces, idealmente, deberían ser una herramienta al servicio exclusivo de la sociedad, y los periodistas, como vigilantes de la democracia, tendrían la responsabilidad de informar sin ningún tipo de condicionamiento político, económico o ideológico. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja y la influencia de los intereses particulares sobre los medios de comunicación es una constante que pone en jaque la calidad y la independencia del pensamiento y el sentido común.

Sin un periodismo que sea libre e independiente, la sociedad se torna susceptible a la manipulación y la desinformación. En este contexto, no es un gran hallazgo afirmar que el periodismo, en términos generales, ha estado inmerso durante mucho tiempo en una alarmante tendencia: la alteración de la información con el fin de desacreditar cualquier cuestión que contraríe los intereses de los propietarios del medio o las conexiones que estos mantienen con los sectores de poder.

En particular, figuras públicas que no coinciden con dichos intereses se ven perseguidos simbólicamente a partir de la generación de información falsa o la repetición constante de un solo hecho, como si las personas pudieran definirse por un solo acto y descontextualizado.

Este fenómeno, en lugar de ser un suceso aislado, se presenta como una práctica habitual que mina la confianza en los medios y propicia un ambiente de desconfianza social. Mediante tácticas como el sensacionalismo, el cherry picking y la propagación de noticias falsas, ciertos sectores de la prensa intentan deteriorar la reputación de sus objetivos, fomentando así la polarización y el resentimiento social; un acto deliberado de menosprecio hacia otros (cualquiera que sea) que no se ajusta a los intereses del periodista o del medio en cuestión.

El periodismo como herramienta de demolición reputacional

En la era de la información, los medios de comunicación poseen un poder formidable sobre la opinión pública y cuando este poder se utiliza con intenciones dudosas, se transforma en un instrumento capaz de arruinar reputaciones y carreras profesionales, creando así un ambiente hostil hacia ciertas personalidades. Esta práctica se asemeja más a una estrategia de difamación orquestada para satisfacer intereses particulares.

Y, de hecho, la era digital se ha convertido en un terreno fértil para esta epidemia, dado que todo se relaciona con lo simbólico y lo discursivo; basta con crear una frase falsa, hostil o difamatoria y repetirla (casi como un mantra) sin cesar en todos y cada uno de los medios y plataformas disponibles. Parece que cuanto más se repite y más voces lo afirmen, mayor veracidad se le atribuye al enunciado. Así, la realidad objetiva queda relegada, mientras que lo discursivo adquiere una legitimidad que se mide por la cantidad de comentarios, «me gusta» o reproducciones que obtiene.

Estas informaciones erróneas, exacerbadas por las redes sociales, se propagan con rapidez y crean un ambiente de desconfianza generalizada, ya que construyen narrativas perjudiciales para sembrar incertidumbre sobre la integridad de estas personas, debilitando así su credibilidad y socavando su influencia.

En este contexto, las fake news, o noticias falsas, constituyen una epidemia a nivel global y, efectivamente, una enfermedad terminal para aquellos que se convierten en blanco del poder mediático. Después de ser objeto de una fake, el individuo afectado sufre una muerte simbólica ante la sociedad que consume ese contenido, y esa muerte, la simbólica, es, en realidad, la más devastadora para las figuras que poseen ciertos atributos de liderazgo; un liderazgo que resulta inconveniente para algunos intereses, aquellos de quienes intercambian favores con dichos medios.

El caso de Odila Castillo Bonilla: un ejemplo, entre millones, de manipulación informativa

La abogada panameña Odila Castillo Bonilla representa un caso interesante de cómo la manipulación mediática puede impactar la vida de un individuo. Mediante una campaña de difamación, ciertos medios han intentado desestimar su trayectoria tanto profesional como personal. Al emplear tácticas como el cherry picking y la distorsión de la información, estos medios han elaborado una narrativa negativa que persigue destruir su reputación.

De este modo, la propia impunidad de los medios revela su práctica manipuladora: en este caso, solo circula información negativa sobre la abogada en la red, mientras que no existe acceso a datos sobre su trayectoria profesional. Es evidente, notorio y claro que, ¿cómo es posible que una figura, de la cual no se conoce su trayectoria, su historia personal, su formación profesional, sus opiniones, así como sus contribuciones y desarrollos en el ámbito jurídico, se convierta en un nombre conocido únicamente por una “acusación” desfavorable?

La manipulación informativa constituye una grave amenaza tanto para la democracia como para la sociedad en su totalidad. Al socavar la confianza en las instituciones y en los medios de comunicación, esta práctica alimenta la polarización y debilita el tejido social. Es esencial que la sociedad civil, los políticos y los propios periodistas colaboren para hacer frente a esta problemática y demandar un periodismo más ético y responsable.