Massa disfrazado de Sheriff, el recurso final del ministro-candidato
Javier Milei hizo en rueda de prensa, que una incomprensible denuncia penal de Alberto Fernández le sirvió en bandeja, una afirmación que desnudó el estado de cosas de la política argentina. “Hace dos años y medio que estoy en política. Nadie me puede responsabilizar de este desastre económico. Ni del dólar, ni de los cepos, ni de la hiperinflación, ni de la emisión descontrolada”.
Las palabras del candidato libertario, en ese plano, parecen difíciles de ser refutadas. Un nocaut para Sergio Massa y el kirchnerismo. Un mareo profundo también para Juntos por el Cambio. Otro cantar sería el fondo y, demasiadas veces, las formas que utiliza para desarrollar sus conceptos. El punto central a desentrañar, sin embargo, sería otro: un economista surgido de la nada, en aquel brevísimo plazo, ha colocado en jaque a un sistema político que, con crisis y mutaciones, sostuvo la democracia estos 40 años.
Aquel sistema de coaliciones está quebrado. Al margen del desenlace que tengan las elecciones. Ni Unión por la Patria ni Juntos por el Cambio estarían en condiciones de volver a gobernar con las composiciones internas que exhiben ahora. Hay desavenencias personales insolubles. Sobre todo, disociaciones políticas profundas entre los grupos que integran tales coaliciones.
El problema es que tampoco se avizora el diseño del esquema de La Libertad Avanza, si al final del recorrido electoral accede a la Casa Rosada. Es decir, existe por el momento un vacío en el andamiaje que requiere cualquier poder. El vínculo de Milei con algunos viejos popes sindicales peronistas, donde sobresale Luis Barrionuevo, representa una referencia débil. Intenta fortalecerla desde su experiencia Guillermo Francos, ex cavallista postulado a hipotético ministro del Interior. También Victoria Villarruel, candidata a vice, de los pocos libertarios que no se exaltan, quien mantiene diálogo con dirigentes de otras fuerzas que están en competencia presidencial.
Otro rasgo de los libertarios, por lo repetido y contradictorio, aflora inquietante. Pregonan a los alaridos la idea de libertad, uno de los eslóganes que penetró entre sus votantes -los más jóvenes- junto al desprecio por la llamada “casta política”. Potenciado por la reticencia que, en ese terreno, siempre ha demostrado el kirchnerismo. Sucede que aquella prédica colisiona con el comportamiento público de la mayoría de los dirigentes de La Libertad Avanza.
Exhiben intolerancia e irritación ni bien se los contradice e interpela. Le pasó a Milei, varias veces, en aquella rueda de prensa donde con un repaso sencillo supo apartarse del desastre argentino. Ocurrió lo mismo con Ramiro Marra, el aspirante a jefe de la Ciudad. O con Agustín Romo, candidato a diputado por Buenos Aires. Se enojan, se irritan, vociferan con peligrosidad llamativa.
Las dudas sobre esas conductas se incrementan observando el contexto. La Libertad Avanza transita un momento de cierta dulzura, en campaña desde el llano y sin ninguna responsabilidad de gestión. Con adversarios que parecen derretirse a medida que la política eleva su temperatura. Los interrogantes nacen con naturalidad: ¿Qué pasaría si llegan a ganar? ¿Qué elasticidad tendrían para construir algún frente de gobierno inevitablemente heterogéneo? ¿Quién estaría en condiciones de hacerse cargo de una tarea semejante en medio de una crisis económico-social casi terminal?
Los ojos se posan, por lógica, sobre Milei, el candidato a presidente. Un dirigente que, por lo visto hasta el presente, posee un perfil económico técnico. Trata de evitar siempre precisiones cuando la discusión pública enfila hacia un destino político o temático distinto. Se advirtió en el último debate. Los dioses muchas veces parecen acompañarlo: el Presidente y Massa, con sus acusaciones por la disparada del dólar, le abrieron las puertas del teatro más propicio para él.
Tantas incógnitas son las que maduran una paradoja en el desarrollo de la campaña. Desde la recuperación de la democracia no ha existido un candidato que haga de la libertad económica y del mercado el centro de gravedad de sus discursos y promesas. Preceptos demandados con recurrencia por los hombres de negocios. Sin embargo, la desconfianza también parece persistir en el establishment.
Las incongruencias del panorama no han modificado hasta ahora el veredicto que se conoció en las PASO de agosto. La unanimidad de encuestas sigue colocando a Milei en el primer lugar. Las diferencias con el segundo, en la mayoría de los casos Massa, varían. Ninguna lo está consagrando ganador en la primera vuelta. Todas lo muestran victorioso en un hipotético balotaje. Contra el ministro-candidato o Patricia Bullrich. Una de las más importantes consultoras de opinión pública posee un registro que no debiera ser desdeñado. Un sondeo entre personas que no fueron a votar (el total ascendió a casi 10 millones y medio) indica que de hacerlo (condicional) el 40% podría inclinarse en favor de Milei. Se estima que, en el mejor de los casos, asistirían 1,5 millón de nuevos votantes.
Massa y el kirchnerismo son conscientes de esa realidad. Por tal motivo adoptaron como estrategia de los últimos días la confrontación exclusiva con Milei. Tratando de dejar a Bullrich en segundo plano. La candidata de Juntos por el Cambio responsabilizó a ambos por la disparada del dólar. Pero el fuego cruzado que predominó en la campaña tuvo al oficialismo y a La Libertad Avanza como protagonistas principales.
Otra manifestación, tal vez, de la desintegración que caracteriza al sistema y la confusión de la sociedad. La puja entre un candidato que despierta muchísimas aprensiones contra uno de los grandes responsables de la crisis. En su condición de ministro-candidato con devaluaciones, emisión, congelamientos, cepos y exenciones impositivas, Massa llevaría hipotecado 1.5% del PBI. Pulverizó los compromisos con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Va acumulando una herencia explosiva para el gobierno que vendrá.
Massa no apostaría tanto a una victoria final como a intentar llegar solo al balotaje. Podría representar su salvación política para insinuar a futuro la reorganización del peronismo. “Lo importante es evitar el descenso”, aseguran en el Frente Renovador. Ingresar a la segunda vuelta en medio del desastre que conduce lo dejaría con vida. De allí el pánico que desata un desenlace irreversible en favor de Milei el 22. O la irrupción de Bullrich en el balotaje. La candidata apostó su última ficha: la promesa de que Horacio Rodríguez Larreta será su jefe de Gabinete si llega a triunfar. Aquellas posibilidades constituirían para el ministro-candidato el epílogo seguro.
El obstáculo que hallaría en aquel supuesto el ministro-candidato sería la consagración de Axel Kicillof en Buenos Aires. El dirigente protegido por Cristina Fernández. Podría resultar único triunfador, aunque siempre mostró dificultades para ejercer liderazgos. No lo consiguió con los intendentes del Conurbano. Está distante de los gremios peronistas clásicos. Es recelado por Máximo Kirchner y La Cámpora. Su socio nuevo sería Andrés Larroque, ministro de Desarrollo Social, que abandonó el camporismo para armar la organización “La Patria es el otro”.
Los peores escándalos de corrupción en campaña sucedieron en Buenos Aires. Las andanzas en Marbella de su ex jefe de Gabinete, Martín Insaurralde. La caja negra descubierta en la Legislatura que la complicidad entre la clase dirigente bonaerense y la Justicia provincial pretenden encubrir. La fiscal platense Betina Lacki tenía todo dispuesto para peritar el celular de Julio Segundo Rigau, Chocolate, el recaudador de aquella caja negra. Cuando concurrió a su despacho el miércoles se encontró con un impedimento judicial resuelto a las 23 horas del día anterior. La Cámara de Casación habilitó al final toda la investigación. La primera consecuencia fue la vuelta, este sábado, de Chocolate a la cárcel.
Esas desventuras parecen impactar menos de lo previsto en el gobernador de Buenos Aires. Continúa encabezando, según las encuestas, la intención de voto delante de Carolina Píparo y Néstor Grindetti. Realizó un sondeo en Lomas de Zamora para palpar el impacto que tendría el escándalo Insaurralde. Habría descendido sólo un punto respecto de la votación de agosto. Barato. En especial, por la candidez que actuó al confesar que no sabía lo que hacía el viajero. Que varios de sus ministros si conocían. La historia no será la misma: gobernó cuatro años con fondos multimillonarios que le transfirió la Nación; ahora enfrentaría el desafío de hacerlo, quizás, con la motosierra de Milei.
Massa carece de herramientas económicas los últimos días de campaña para sosegar otra posible alteración de los mercados. A la inflación decidió abandonarla. Septiembre marcó 12.7% con 138% interanual. La más elevada del Cono Sur: Venezuela registró 8.7%. Las demás naciones por debajo del 1%. Por esa razón, tal vez, desde la semana anterior empezó a calzarse el uniforme de Sheriff. Allanamientos en la City, donde en la cueva de un hombre apodado “El Croata” se moverían millones de dólares blue. Inteligencia de la Policía Federal para capturar tres personas de origen chino con U$S700 mil. Amenazas de que la cacería continuará. De esa manera, porque no tiene otra, piensa en llegar al próximo domingo.
Después verá. Una victoria de Milei sin balotaje lo dejará sólo como ministro con dos meses por delante para la entrega del poder. Y un gobierno ausente. En ese caso mucho dependerá de la responsabilidad que exhiba el dirigente libertario. Siempre dudosa. Si le alcanza para la segunda vuelta repetiría la receta que vino aplicando hasta ahora. Con secuelas imprevisibles y un recorrido traumático hasta noviembre.
La Argentina está obligada a atravesar todavía ese túnel oscuro. Ignorando si al final habrá, al menos, algún resplandor.